Me llamo Jackson y en otoño empezaré quinto de primaria. Cuando sea mayor quiero ser científico de animales.
¿Sabías que un guepardo puede correr a 110km/h? ¿Que una cucaracha sin cabeza puede sobrevivir dos semanas? ¿O que cuando un lagarto cornudo se enfada escupe sangre por los ojos?
Honestamente, creo que los hechos son mucho mejor que las historias. No puedes ver una historia. No puedes sostenerla en tu mano para medirla. De hecho, las historias no son más que mentiras. Y a mí no me gusta que me mientan.
La regla número uno de todo científico es que siempre hay una explicación lógica para todo. Por ejemplo, ¿cómo aparecen gominolas moradas por arte de magia cuando apenas tenemos comida en casa? O, ¿por qué es difícil hacer amigos cuando siempre tienes hambre? O, ¿de dónde ha salido ese ridículo paraguas? O, ¿cómo es posible que mis padres crean que no me doy cuenta que discuten cuando llegan las facturas?
Pero, lo más importante es que tiene que haber una explicación lógica de por qué el amigo imaginario que me inventé hace años ¡se está pegando un baño de espuma en nuestra bañera!
Jackson y su familia están pasando por una situación económica complicada, a veces no tienen suficiente comida para saciar el hambre y no saben cómo van a conseguir el dinero para pagar el alquiler; sus padres creen que Jackson no se da cuenta de lo que está pasando, pero él sabe de la situación porque siempre ha sido un niño más maduro y centrado que los demás. Por eso piensa que se está volviendo loco al volver a ver a su amigo imaginario de la infancia, Crenshaw, un gato blanco y negro gigante que le acompañó en un mal momento y ahora ha regresado para ayudarle.
"Crenshaw apareció en el momento indicado. Llegó a mi vida justo cuando lo necesitaba. Era un buen momento para tener un amigo. Aunque fuera imaginario"
Crenshaw ha resultado ser una historia mejor de lo que esperaba, un relato que me ha tocado el alma y me ha sacado de una etapa donde todas mis lecturas me dejaban con mal sabor de boca. Presentado con una edición muy hermosa, en tapa dura y con ilustraciones de gatos en el interior, tanto su exterior como el interior nos regalan un libro que si no llega a la perfección se queda muy cerca.
“Los amigos imaginarios son como los libros. Nos crean, nos disfrutan, nos manosean y nos arrugan, y luego nos guardan hasta que nos necesitan otra vez.”
Ya había leído antes de la autora El único e incomparable Iván y ¡Wow! fue una lectura impresionante. Pues está se queda a la altura, una historia bonita y emotiva donde la realidad y la fantasía se funden en una gracias a la gran imaginación del protagonista, Jackson, que con sus datos científicos, su lógica y madurez nos narra lo que está pasando en su vida y lo que los adultos le ocultan. Con ayuda de su amigo imaginario tendrá que hacer frente a su realidad y al futuro incierto, además de sacar todo lo que lleva adentro. Katherine Applegate nos narra todo a través de la voz cercana e inocente de Jackson, nos adentra en la cabeza del pequeño, en sus problemas y los quebraderos de cabeza por lo que sucede tanto en el presente como lo que ya vivió hace unos cuantos años, pero todo el drama queda disminuido por un halo de esperanza -no nos intenta arrancar el corazón de cuajo sino que nos abre una ventana para vislumbrar algo ese algo más optimista- y también por el amor que hay en cada una de las páginas, porque los lazos familiares y de amistad son preciosos e increíbles, desde cómo se protegen y cuidan entre los hermanos, el amor inquebrantable de los padres y la verdadera y sincera amistad con Marisol.
"Jackson, ¿por qué tienes que entender todo? A mí me gusta no saber todo. Hace que el mundo sea más interesante"
El mensaje que da es hermoso, los personajes entrañables y la lectura extraordinaria. Es un libro que se puede leer perfectamente en una tarde porque sin darte cuenta estás metida de lleno y ya no te deja escapar hasta que llegas a la última página. Vale que el libro no es perfecto pero me ha recordado mucho (me ha dejado al menos una sensación muy parecida) a Un monstruo viene a verme y Memorias de un amigo imaginario, aunque estos fueron maravillosos hasta un punto al que esté no ha llegado, tal vez me ha faltado algo más de protagonismo para Crenshaw, más escenas entre Jackson y él o punto de vista más encarnado, no lo sé pero aún así me ha gustado mucho, mucho y lo recomiendo.
Bonito, enternecedor e imaginativo, una historia que ofrece esperanza a niños y adultos.